Los sobres de azúcar, las tarrinas de mantequilla y los minibotes de champú en hoteles desaparecerán progresivamente hasta 2030, fecha límite establecida por la UE para eliminar estos envases. En concreto, es el Reglamento (UE) 2025/40 sobre Envases y Residuos de Envases (PPWR) el que establece la aplicación gradual de esta disposición.
El texto marca el siguiente calendario:
- Agosto 2026: prohibición de envases de plástico de un solo uso para condimentos, salsas, leche de café y azúcar en hoteles, bares y restaurantes. Excepciones: comida para llevar y centros sanitarios o asistenciales.
- Enero 2030: extensión de la prohibición a todos los envases monodosis de alimentos, cosméticos y productos de higiene.
- Febrero 2032: revisión del impacto ambiental y sanitario por parte de la Comisión Europea.
La duda está en si hay tiempo para adaptarse sin interrumpir el servicio diario. En España, se ofrece al sector una vía de transición práctica: la Ley 7/2022, que permite utilizar envases monodosis de plástico compostable certificado, lo que permite mantener la funcionalidad de los envases tradicionales, pero de manera más sostenible.
Qué cambios implica en hoteles y restaurantes
La eliminación de las monodosis afectará distintas áreas de operación:
- En los hoteles, los minibotes de champú y gel serán reemplazados por dispensadores fijos, una solución que muchos ya aplican y que combina eficiencia con menor impacto ambiental.
- En restaurantes y cafeterías: sobres de azúcar, leche, mantequilla, mermeladas y condimentos deberán sustituirse por tarros colectivos, dispensadores recargables o envases reutilizables. La higiene y el control de porciones serán la prioridad.
- Por otro lado, en cuanto a la vajilla y envases para consumo en sala: vasos y platos de un solo uso darán paso a opciones reutilizables o, en algunos casos, se permitirá que los clientes utilicen sus propios recipientes.
Una de las valoraciones en la que más coinciden los hosteleros es que todos estos cambios "requieren inversión y formación", pero también hay voces que apuntan a que también son una "oportunidad para replantear la operativa diaria" y transmitir a los clientes un compromiso real con la sostenibilidad.
Alternativas sostenibles: una oportunidad para innovar
Aunque la transición puede parecer un desafío, existen soluciones que permiten convertir la obligación en una ventaja competitiva. Entre ellas destacan:
- Envases compostables certificados, que ofrecen la misma funcionalidad que los envases de plástico tradicionales, evitando residuos persistentes y contribuyendo a la sostenibilidad.
- Dispensadores y sistemas rellenables, que permiten dosificar con control y reducir el desperdicio, además de ahorrar costes a medio plazo.
- Colaboración con proveedores especializados, como empresas que ofrecen botes, tarrinas y cápsulas en bioplástico compostable, compatibles con la maquinaria de producción habitual.
- Imagen de marca sostenible, un factor cada vez más valorado por clientes conscientes del impacto ambiental de sus decisiones de consumo.
La combinación de estas alternativas permite que hoteles y restaurantes cumplan la normativa sin comprometer la calidad del servicio, al tiempo que refuerzan su reputación como negocios responsables y comprometidos con el medio ambiente.
Lecciones del pasado: las aceiteras irrellenables
No es la primera vez que la normativa europea provoca una situación como esta en la hostelería. Hace ya más de una década se introdujo la obligación de usar aceiteras irrellenables en restaurantes, con el fin de "garantizar la trazabilidad y proteger la calidad del producto", pero en la práctica generó polémica: algunos departamentos de la UE rechazaron inicialmente la medida, argumentando que dificultaba la competencia de pequeños productores, que no podían costear la actualización de sus envases ni asumir el gasto de las aceiteras especiales.
Finalmente, se incluyó una excepción: se permite servir aceite en vinagrera si se incorpora previamente un ingrediente distintivo (como una hoja de laurel), convirtiéndolo en aliño según la normativa.
En InfoHoreca, hablábamos de aliarse con los vírgenes extra para triunfar tras la retirada , donde como conclusión los expertos destacaron varios efectos positivos, como la seguridad alimentaria e higiene: los envases inviolables o monodosis reducen riesgos de contaminación y manipulación indebida; protección de la calidad: el aceite servido mantiene sus características originales y las marcas se responsabilizan del contenido; y la oportunidad de comunicación y valor añadido: los restaurantes pueden ofrecer diferentes variedades y Denominaciones de Origen, reforzando la percepción de calidad y la conexión con el territorio.
La experiencia dejó varias enseñanzas, como que la adaptación práctica suele requerir creatividad y flexibilidad, como encontrar fórmulas que cumplan la norma sin sacrificar la experiencia del cliente.
En cierto modo, la eliminación de las monodosis es un escenario similar: un cambio obligado por razones ambientales y sanitarias, que obliga a los establecimientos a replantear su operativa, pero también puede convertirse en una oportunidad de innovación y diferenciación si se gestiona con planificación y comunicación.
La percepción del sector
Las reacciones del sector horeca ante esta medida son diversas y revelan la complejidad de la transición. Por un lado, muchos hosteleros critican la incoherencia normativa, recordando cómo en el pasado se promovieron las monodosis para controlar higiene y desperdicio, y ahora se prohíben, generando sensación de inseguridad jurídica y exceso de regulación. Por otro lado, una parte del sector valora positivamente el uso de monodosis, especialmente tras la pandemia, como herramienta de higiene y control en buffets y desayunos, que facilita el consumo regulado y reduce el desperdicio de alimentos. Para estos profesionales, la eliminación directa de las monodosis podría ser contraproducente, y la apuesta debería centrarse en reciclaje, compostables y sistemas sostenibles que mantengan las ventajas existentes. Finalmente, existe consenso en que la normativa tiende a depositar la responsabilidad sobre los hosteleros, obvienado que los problemas reales de fraude o incumplimiento pueden encuentrarse en la cadena de productores y distribuidores.
Por todo lo anterior, el colectivo cree que esto refuerza la necesidad de una representación sectorial fuerte, capaz de defender los intereses y la reputación del canal horeca ante las autoridades europeas y nacionales.