La trayectoria de Rafael Ansón abarca desde la comunicación institucional durante la Transición hasta la promoción de la cocina como patrimonio cultural, pero siempre con un hilo conductor constante: el servicio público como puente entre personas, generaciones y culturas. "La comunicación y la gastronomía, bien entendidas, son herramientas de cohesión social", afirma .
Desde su labor en la Real Academia de Gastronomía hasta la creación de la Academia Iberoamericana de Gastronomía, ha trabajado para que la cocina sea reconocida no solo como placer, sino como parte esencial de nuestra identidad y patrimonio cultural.
Entre sus miradas al futuro, destaca la importancia de la sostenibilidad, la recuperación del producto local y la conexión entre cocina y salud, así como el papel de los eventos gastronómicos como espacios de aprendizaje y comunidad. "La diplomacia del siglo XXI pasará también por la cocina. La gastronomía es una lengua común que permite tender lazos desde la mesa", asegura.
IH. A lo largo de nueve décadas, ¿cuál ha sido el hilo conductor de su trayectoria?
Rafael Ansón (RA). Siempre el servicio público, entendido como una forma de construir puentes entre personas, generaciones y culturas. mI vocación ha sido tender redes de confianza y entendimiento.
IH. ¿Qué momento considera más decisivo en la promoción de la gastronomía como cultura?
RA. Cuando la gastronomía dejó de percibirse como algo frívolo y empezó a ser parte de nuestra identidad y patrimonio cultural. El reconocimiento institucional, en planes educativos, en universidades, en foros internacionales, ha sido clave. También lo ha sido la labor de grandes cocineros españoles que, sin perder raíces, mostraron al mundo que la cocina podía dialogar con la ciencia, el arte y la salud.
IH. ¿Qué logros internacionales le resultan más significativos?
RA. Me enorgullece haber contribuido a fortalecer el espacio iberoamericano a través de la cultura gastronómica. La creación de la Academia Iberoamericana de Gastronomía y el impulso de programas de cooperación han permitido que chefs, instituciones y universidades trabajen juntos más allá de las fronteras. Ver cómo nuestras cocinas dialogan entre sí, y cómo lo hacen desde la igualdad, la admiración mutua y la riqueza compartida, ha sido un logro colectivo que celebro con profunda gratitud.
IH. ¿Por qué considera que la gastronomía se ha convertido en una herramienta estratégica del siglo XXI?
RA. Porque está en el centro de grandes preguntas sobre producción, consumo, cuidado del planeta y salud. Comer ya no es solo alimentarse, es también un acto cultural, político y ético. La cocina puede —y debe— ser un instrumento de transformación positiva.
IH. ¿Qué tendencias gastronómicas son más relevantes hoy?
RA. Veo con entusiasmo la recuperación del producto local, la estacionalidad, nuevas proteínas sostenibles y la conexión entre cocina y salud. También me parece esperanzador el regreso a una gastronomía más emocional, más vinculada al territorio, sin perder la creatividad ni la excelencia.
IH. En los últimos años han proliferado congresos, ferias y festivales culinarios. ¿Cómo valora este auge de los eventos gastronómicos?
RA. Muy positivamente. Los congresos no solo permiten compartir conocimiento, sino también generar comunidad. Son espacios donde se mezclan ciencia, arte, empresa y emoción. Y son fundamentales para visibilizar el talento joven, democratizar el acceso al saber gastronómico y posicionar la cocina como valor cultural.
IH. ¿Qué papel cree que tendrá la gastronomía en el futuro inmediato en términos de diplomacia cultural y cohesión social?
RA. Un papel cada vez más central. La gastronomía es una lengua común: nos permite entendernos incluso cuando no hablamos el mismo idioma. En un mundo complejo, puede ser una forma de tender lazos desde lo cotidiano, desde el placer compartido, desde la mesa como lugar de encuentro. Creo sinceramente que la diplomacia del siglo XXI pasará, también, por la cocina.
IH. ¿Qué consejo daría a jóvenes chefs y divulgadores?
RA. Que no pierdan la curiosidad, trabajen con humildad y se conecten con la emoción. Cocinar es comunicar, y comunicar es tener algo que decir. Hoy más que nunca, necesitamos voces con criterio, con compromiso y con sensibilidad. La técnica es importante, pero sin valores no hay relato.
IH. Tras situar a la cocina española e iberoamericana en el mapa mundial, ¿qué retos quedan por afrontar?
RA. Aún queda camino para que el conocimiento gastronómico esté integrado en el sistema educativo. Falta institucionalizar con mayor firmeza el vínculo entre salud y alimentación. Y todavía hay una brecha entre el reconocimiento de la alta cocina y la dignificación de todos los oficios que la hacen posible, desde el productor hasta el camarero. El reto es construir un ecosistema justo, sostenible y transversal.
IH. A sus edad,sigue plenamente activo y con mirada de futuro. ¿Qué es lo que más le ilusiona todavía en el día a día?
RA. Me ilusiona seguir aprendiendo, escuchar a los jóvenes, compartir ideas y proponer cosas nuevas. Me ilusiona el futuro de Iberoamérica, el talento que viene y el compromiso que veo en tantas personas que creen en la gastronomía como motor de cambio..
IH. Y en la mesa, ¿qué sigue disfrutando más?
RA. Sigo disfrutando de un buen producto, conversación pausada, un vino bien elegido y, sobre todo, de la compañía. Comer, como vivir, es una experiencia es mejor cuando se comparte.