La presión inflacionista ha regresado con fuerza este verano. Junio de 2025 ha traído subidas récord en sectores clave como el alojamiento, los vuelos y los alimentos básicos. Lejos de tratarse de una variación estacional, este encarecimiento generalizado impacta especialmente en actividades vinculadas al consumo y la movilidad.
En hostelería, los incrementos del 30% en alojamiento y del 22% en vuelos nacionales encarecen la experiencia del cliente y elevan los costes logísticos, de aprovisionamiento y de personal. Las empresas se ven obligadas a decidir entre asumir el sobrecoste o trasladarlo al cliente, arriesgando su competitividad. El sector alimentario, por su parte, sufre tanto por el alza de precios en materias primas como por la dificultad de repercutir esos costes a un consumidor ya ajustado. La logística también se ve afectada por la subida de carburantes, con consecuencias directas en las tarifas de transporte y los costes operativos.
Muchas compañías operan a plena capacidad, con altos niveles de facturación, pero rentabilidades más bajas. El aumento de la actividad no compensa el incremento acumulado de los costes. Esto debilita la capacidad de generar reservas en temporada alta y ralentiza decisiones clave: inversiones aplazadas, contrataciones pospuestas, tensiones de tesorería y, en los casos más sensibles, pagos a proveedores diferidos. Algunas empresas recurren a descuentos agresivos para sostener la demanda, lo que genera una aparente buena marcha comercial, pero sin base sostenible.
Conocer precios y niveles de servicio permite negociar y ahorrar costes con mayor fundamento
En este contexto, contener el gasto sin dañar la operativa exige reorganizar con criterio. La revisión rigurosa de contratos permite detectar sobrecostes y condiciones obsoletas que pueden renegociarse. Para ello, resulta esencial tener una visión clara del mercado. De hecho, conocer precios y niveles de servicio permite negociar con fundamento y tomar decisiones informadas. Además, medidas como la agrupación de compras o la estandarización de servicios generan ahorros sin afectar la calidad ni al equipo.
La gestión de proveedores cobra un papel estratégico. Un contrato bien estructurado puede amortiguar subidas de precios, y una relación sólida con el proveedor adecuado garantiza estabilidad operativa. Gestionar activamente este ecosistema permite identificar mejoras, abrir procesos competitivos y alcanzar eficiencias de entre el 10 % y el 20 %.
La inflación no se puede evitar, pero sí se puede gestionar. Las empresas que actúan con método y visión protegen su rentabilidad y ganan margen de maniobra para avanzar incluso en contextos complejos.