Durante el verano, las comidas al aire libre, las escapadas improvisadas y la mayor afluencia en bares y restaurantes hacen que mantener la seguridad alimentaria sea más crucial que nunca. Según la FAO, más de 600 millones de personas enferman al año en el mundo por ingerir alimentos contaminados. En un contexto como este, la prevención es clave, y los negocios hosteleros deben reforzar sus protocolos para evitar intoxicaciones alimentarias y proteger la salud de sus clientes.
Mediterránea Group, compañía referente en restauración colectiva en España, subraya la importancia de aplicar prácticas básicas de higiene y conservación para asegurar la inocuidad de los alimentos.
La empresa ha identificado cuatro claves fundamentales para ayudar a los profesionales de la hostelería a mantener sus cocinas seguras en verano:
1. Evitar la contaminación cruzada
Separar los alimentos crudos de los cocinados, utilizar utensilios y superficies diferentes para su manipulación y lavarse las manos frecuentemente son hábitos esenciales. Durante el verano, estos gestos deben extremarse, sobre todo en cocinas al aire libre, espacios compartidos o eventos en exteriores. Tablas de cortar diferenciadas, organización clara de las tareas y utensilios limpios reducen el riesgo de transmisión de bacterias.
2. Mantener la cadena de frío
Las altas temperaturas favorecen la proliferación bacteriana. Por ello, mantener los productos refrigerados de forma constante —desde su almacenamiento hasta el momento del consumo— es vital. Neveras portátiles, bolsas térmicas y la planificación anticipada del servicio son herramientas indispensables. Especial atención merecen los tiempos: si un alimento supera las dos horas sin refrigeración, puede dejar de ser seguro.
3. Revisar el etiquetado
Leer con atención las etiquetas ayuda a prevenir reacciones alérgicas y garantiza el consumo de productos en condiciones óptimas. Es fundamental verificar la presencia de alérgenos, la fecha de caducidad y las condiciones de conservación. Esto cobra especial importancia cuando se trabaja con comensales con intolerancias o requerimientos dietéticos específicos.
4. Limpiar y desinfectar correctamente
La limpieza no siempre implica desinfección. Usar productos adecuados y en las dosis correctas, evitar esponjas húmedas mal conservadas, ventilar los espacios y emplear paños desechables o bien higienizados son buenas prácticas para reducir la carga microbiológica. Estos procesos deben aplicarse antes y después de cada manipulación, sobre todo en entornos calurosos y con mucha rotación de personal o utensilios.
"La seguridad alimentaria no depende solo de grandes sistemas de control, sino también de gestos cotidianos que todos podemos aplicar. Fomentar una cultura de prevención también en verano es clave para proteger la salud pública", afirma Marta Ruiz, directora de Calidad, PRL y Sostenibilidad de Mediterránea Group.