"La disciplina tarde o temprano vencerá a la inteligencia"
Yokoi Kenji
El equipo no está “comprometido"
En hostelería se habla mucho de motivación. Escuchamos frases como “hay que motivar al personal” o “si el equipo no rinde, es porque no está comprometido con la empresa”. Y aunque todos queremos trabajar con equipos que sientan el negocio como suyo, creo que hemos elevado la motivación a un pedestal que no le corresponde. De hecho, en muchos casos, la motivación no es el origen del problema… y tampoco su solución.
El peligro de hacer de la motivación el centro de todos los males es que se convierte en una excusa. Una forma de señalar al equipo en lugar de mirar hacia dentro, o peor aún: se convierte en una cortina de humo que nos impide ver lo que de verdad está fallando. Porque cuando un restaurante no funciona, rara vez es por falta de motivación. Casi siempre es por falta de estructura.
Orden, no discursos inspiradores
La verdad incómoda es que trabajos como atender mesas, limpiar baños o sacar comandas a contrarreloj no son —ni tienen por qué ser— especialmente motivadores. Quizás no todos los oficios necesitan una carga emocional inspiradora. Lo que sí necesitan es claridad, orden y una buena comunicación. Tres pilares que, muchas veces brillan por su ausencia en algunos negocios del sector y no por mala voluntad, sino por falta de tiempo para ejecutar una estrategia en condiciones.
Después de trabajar con cientos de restaurantes —desde pequeños bares de barrio hasta grupos con decenas de locales— puedo decirte algo con certeza: en el 100% de los casos el problema no era la falta de motivación.
Era la falta de dirección.
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Cuando no se define lo que hay que hacer.
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Cuando cada jornada se improvisa.
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Cuando no hay un sistema de fondo.
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Cuando no hay comunicación estable ni funciones claras.
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Cuando se exige compromiso sin ofrecer una base sobre la que crecer.
La consecuencia de esto no es simplemente “baja motivación”. Es algo peor: es agotamiento, es frustración y una rotación de personal constante, que le sale carísima al negocio tanto por el gasto de personal como por la disminución de ventas. Porque no solo pierdes tiempo y dinero formando gente nueva, sino que vas desgastando a quienes sí funcionan y estos a su vez venden menos.
¿Y sabes qué es lo que de verdad “motiva” a un equipo?
Tener un plan. Saber qué se espera de ellos. Sentirse escuchados cuando proponen algo. Y pertenecer a una empresa que no cambia de criterio cada semana.
La motivación no se da con una charla inspiradora o una pizarra con frases bonitas. Se construye con sistemas que funcionan, que aportan seguridad, que marcan el camino. Con personas que dicen “esto se hace así” y lo cumplen. Con una cultura de trabajo donde hay respeto, comunicación y mejora continua.
Para motivar hay que organizar
No quiero caer en el extremo opuesto de decir que la motivación no sirve. ¡Claro que sirve! Pero no es el primer paso. El primer paso es organizar. Poner orden. Establecer procesos. Cumplir lo que prometemos. Comunicar con claridad. Escuchar con atención.
Porque la motivación sin estructura es humo. Pero la estructura —aunque no inspire— al menos da resultados.
Así que antes de preguntarte cómo motivar a tu equipo, te propongo otra pregunta más útil: ¿Estás trabajando de una manera estratégica las diferentes áreas de tu negocio relacionadas con el personal?
Porque cuando pones orden en tu casa, el equipo lo nota. Y entonces, sí: llega la motivación. La de verdad. La que nace de ver que todo tiene sentido y que merece la pena pertenecer a empresas como la tuya.
Y eso —créeme— también motiva. Más que cualquier póster en la pared.